Es mi viejo cuaderno, es mi favorito, me transporta a otro tiempo, a otro mundo. Uno que no conocimos ni mi abuelo, ni mi mamá, mucho menos yo pero, que nos mantiene unidos a nuestros antepasados y a nuestra historia. Nos da identidad. Nos permite saber de dónde venimos, cómo era el lugar en el que la familia se formó, creció y floreció. Simple y sencillamente, es el vínculo con mis raíces.
Desde que tengo uso de razón me ha acompañado en todo momento. Mi abuelo me leía, una y otra vez los textos que ahí se encuentran. Me contaba que su propio abuelo le regaló el cuaderno un día que lo descubrió en su cuarto, polvoriento, casi olvidado.
En sus hojas están escritas historias extraordinarias, relatos fascinantes fuera de este mundo que hablan de un lugar mágico, donde sucedía lo fabuloso, lo legendario con una frecuencia inusitada; un sitio donde lo imposible se convertía en realidad. Ese lugar mítico era uno de los templos mundiales del balompié, el Estadio Azteca.
Crecí leyendo e imaginando las hazañas de antiguos futbolistas como Hugo Sánchez, Rafael Márquez, Cuauhtémoc Blanco y Javier Hernández, jugadores mexicanos que trascendieron en el único futbol que se juega en estos tiempos, el de Europa. También mi abuelo me enseñó narraciones de partidos épicos del Club América, de Pumas, de Cruz Azul; hacía menciones sobre Ronaldinho y su magia, sobre la vez que Maradona, como DT, y ganó un campeonato con Xolos cerca del año 2020. Conocí el delirio que se vivió en el 2026, cuando la Selección Mexicana ilusionó a todo el país al acceder a semifinales de un campeonato del mundo. En fin, este cuaderno es una enciclopedia de cómo se vivía el fútbol en esos tiempos.
Siempre que leía esas líneas me imaginaba en aquella época. El poder disfrutar de la ciudad, de sus calles, de su clima, de los estadios y, sobre todo, del futbol de casa es algo que he anhelado toda mi vida.
Este cuaderno me acerca a un tiempo increíble donde se podía vivir en la antigua Ciudad de México. Aquellas tierras que ahora pertenecen a un despoblado, en estas hojas, están vivas. Son una ola de colores y pasiones imposibles de encontrar hoy en dia.
Soy de la segunda generación que nació fuera de lo que era el Valle de México, esta demarcación fue una de las zonas más afectadas por la sequía mundial. A pesar de las medidas tomadas por el gobierno para combatir la escasez, la situación en la que se encontraba toda la ciudad era irreversible. El éxodo que originó la falta de agua cambió el mundo en su composición política y social.
Las personas tuvieron que emigrar por necesidad, todos se repatriaron en otras zonas; algunos, los más afortunados, a las orillas, otros tuvieron que salir y recorrer más kilómetros para encontrar un nuevo sitio al cual llamar hogar.
Desde hace unos años, se estudia el suelo de esas tierras áridas, se busca la viabilidad de poblar el lugar una vez más. Las expediciones que realizamos son cada vez más frecuentes y las pesquisas me permiten conocer el sitio del me siento parte gracias a todos los cuentos de este viejo cuaderno.
Recorriendo esas calles desoladas aún quedan estoicos, puntos significativos de aquellos tiempos como: El edificio de Santa Fe, La Torre de Reforma, El Palacio Nacional, CU y muy cerca de ahí, el Estadio Azteca. Ese lugar del que he leído infinidad de historias se mantiene en pie a pesar del paso del tiempo.
Todos los análisis y observaciones nos han llevado justo ahí, a la zona de Santa Úrsula. Se tiene información de un ojo de agua que brota de uno de los costados del antiguo estadio. Este es un gran hallazgo para tener la oportunidad de, en algunos años, poder pensar en poblar esta tierra una vez más.
En el momento que me dijeron que nuestra expedición tenía que dirigirse al Estadio Azteca no dudé en empacar mi cuaderno. Me emocioné al tener el chance de llegar al lugar en el que fueron escritas estas historias. Me inquieta la idea de observar, por primera vez, ese recinto. Cada fibra de mi cuerpo y mi ser se prepararon para una oportunidad así. Es como si en este viaje me acompañara mi niño interior, ese que se sentaba en la sala de la casa a escuchar con atención las palabras de su abuelo.
Ahora escribo estas líneas desde el transporte que nos lleva a ese recinto sagrado, ese lugar que solo podía ver a través de fotos y esos textos, vamos al sitio que siempre quise visitar y que pensé nunca conocería. Dentro de mi existe una mezcla de nervio, ansiedad y emoción, que no había experimentado nunca antes.
Por supuesto que lo más importante de este viaje es encontrar ese manantial del que hablan los expertos, sin embargo esta investigación de campo es especial para mí. Tengo la oportunidad de ver este lugar mágico del que he escuchado hablar casi toda mi vida, es una forma más de conectarme con ese mundo al que soy ajeno, pero que siento como propio gracias a mi familia.
La energía es diferente desde que te acercas al lugar, nunca había estado aquí, pero todo me es familiar. Como si ese cuaderno me hubiera preparado para este momento, identifico cada centímetro del coloso con claridad, puedo sentir el poder que transmite. Por primera vez siento la esperanza de que es posible regresar a habitar estas tierras.
No encuentro mejor lienzo para realizar mis apuntes y observaciones que la libreta de mi abuelo. Tendré la oportunidad de escribir una historia como lo hacían mis antepasados y con suerte podré rendirles un homenaje con esta investigación.
Me encanto. Me dejo con ganas de leer más y mira que no soy amante del fútbol. Saludos primo!
ResponderBorrarGracias por las palabras, primo.
BorrarAcá hay más cuentos, ojalá puedas darles una vuelta.
Muchas gracias por tomarte el tiempo de leerme.
¡Abrazo!