Explicar la pasión por el futbol a veces resulta bastante complicado y no es porque sea un tema difícil, simplemente hay ocasiones que no se encuentran las palabras adecuadas para expresar algo que sale desde el corazón, atraviesa la piel y se deposita en la camiseta, en los colores del equipo al que apoyamos.
El sábado pasado la afición de tigres nos dio una lección de lo que significa ser hincha, apoyar a tu equipo e impulsarlo los noventa minutos. Esto no sería novedad, ellos lo hacen cada 15 días en el Universitario de Nuevo León, pero lo extraordinario de este fin de semana es que cerca de 7 mil hinchas aurizules viajaron cerca de 862 kilómetros para “invadir”, como ellos lo denominaron, el estadio Omnilife de Guadalajara.
90 autobuses, un “Tigrecharter” con 88 aficionados, 200 personas más en avión y unos 200 autos recorrieron la distancia entre estas dos ciudades para darle un colorido espacial al casi siempre vacío estadio de las Chivas.
Dentro del juego, el apoyo y los cánticos fueron totalmente Tigres, si cuando son pocos son escandalosos, siete mil almas juntas hacían pensar que estábamos en una sucursal del Universitario. No es nada contra la hinchada de las chivas, pero la lección de amor, pasión y fanatismo que nos dieron los felinos el sábado difícilmente la podremos volver a ver.
Sí así muchos pensábamos que la gente de Tigres era una de las mejores aficiones de México, con esta expedición nos confirman que como hinchas están a otro nivel, sólo comparados con la gente de los Rayados y la afición de los Pumas que nunca paran, nunca callan, sean visitantes o locales.
Olé hinchas tigres, ¡se la bañaron!
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