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Diego Armando Maradona

Solo fueron once segundos. ¿Qué es lo que puede pasar en el mundo en tan solo once segundos? Muy pocas cosas quizá, pero el 22 de junio de 1986 pasó algo, algo indescriptible. Ese día supe lo que para el futbol significaba el nombre de Diego Armando Maradona.

Hasta ese día poco reconocía acerca del balompié. Yo era un niño al que le gustaba el deporte, pero no conocía más allá de mis héroes locales. La fiebre mundialista me había orillado a ver cada uno de los encuentros de la decimotercera Copa Mundial de Futbol, la segunda que se disputaba en suelo Mexicano. 


Recuerdo que vi aquel partido en una televisión en casa de mis abuelos. Tenía pocas ganas de ver el encuentro ese domingo, porque un día antes los alemanes habían derrotado a la selección mexicana y mis emociones todavía no se recuperaban de esa tragedia. Yo pensaba que tardaría mucho tiempo en volver a disfrutar de un partido de futbol.


Sin embargo, en esos noventa minutos, iba a descubrir que el futbol tiene esa magia que siempre sorprende y que cada partido tiene una historia por escribir y esa, sería una historia que iba a quedar escrita por la pierna izquierda de uno de los jugadores más grandes que han pisado cualquier cancha del mundo.


En ese momento no tenía idea del contexto que había alrededor de este encuentro, no me pasaba por la cabeza la enorme tensión que se vivía entre cada país por una guerra que involucró a ambos casi cuatro años antes. No imaginaba lo mucho que se “jugaban” en esos cuartos de final. Por eso me asombré cuando leí en El Ovaciones, al día siguiente, que hubo una riña fuerte en el puente de Calzada de Tlalpan, entre Barras Bravas y Hooligans minutos antes del silbatazo inicial.


Entre mi tristeza y mi desencanto no le presté mucha atención al partido, aunque el primer tiempo no dejó mucho para la memoria, yo estaba más concentrado en otras cosas, como en ver a qué hora llegaban mis amigos para poder salir a jugar a la calle e intercambiar las estampas para llenar el álbum del Mundial. Afortunadamente nadie llegó y pude ver todo el partido de inicio a fin.


Para la parte complementaria el juego dio visos de mejoría. Algo indicaba que este no sería un futbol igual que el de los primeros 45 minutos. Parecía que Maradona estaba dispuesto a derrotar a los ingleses, se le veía más participativo y mucho más ligero que sus adversarios, quienes ya estaban sufriendo los estragos de jugar en la altura del Distrito Federal.


La primera gran jugada que recuerdo es cuando Diego toma la pelota en tres cuartos de cancha, al minuto 51, deja atrás a un par de ingleses y toca a la derecha, ahí un defensa rechaza el balón, que sale por los aires y parece que llegará fácil a las manos de Peter Shilton. El portero de 1.85 metros estira sus brazos para tomar la pelota, pero sin darse cuenta el diez argentino llega encarrerado a disputar el esférico. De forma sorpresiva la pelota pasa por encima del arquero y se cuela al fondo de la portería. El cancerbero reclama con tibieza una mano del jugador de 1.65 de estatura pero, el árbitro señaló el centro del campo concediendo el primer gol del encuentro. Ese fue un momento agridulce, la jugada anterior al gol fue poesía pura y absoluta, no obstante quedó empañada por la acción que desencadenó la inauguración del tanteador.


A todos nos quedó la duda si el balón fue impulsado con la cabeza o con la mano, las repeticiones de la transmisión no dejaban nada claro. Maradona era el único convencido de que el gol era legal y corrió a la banda para festejar con los aficionados que estaban cerca de ese punto.


Diego, de a poco, entró en estado de gracia, toque a toque, drible a drible; en cada zancada hipnotizó a los británicos en la cancha y a los aficionados en las gradas y en nuestras casas. Era casi imposible seguirle el paso con los ojos, no imagino cómo sería enfrentarse a ese monstruo del futbol en medio del encuentro.


Cuatro minutos después la magia y lo sobre natural se hicieron presentes en el Coloso de Santa Úrsula. El Pelusa, que ya era dueño de cada acción del partido, recibió el esférico a la altura del medio campo, un poco cargado a la derecha de la cancha, justo donde colgaba una bocina gigante del Azteca y dibujaba una sombra que dividía en dos la cancha. Cuando Diego pisó el balón quedó de frente a la portería inglesa, levantó la cara, calculó la distancia y la velocidad que necesitaba para llegar a tierra prometida, de inmediato dos defensores ingleses le salieron al paso, Maradona los eludió fácilmente y después aumentó el ritmo para dejarlos en el piso.


Cuando vi esa acción no pude evitar abrir los ojos de par en par porque sentía que algo grande iba a pasar. Recuerdo que hice puños con ambas manos, apretándolas como haciendo fuerza, mi respiración se contuvo y mi corazón empezó a palpitar al ritmo de esa carrera que dejaba surcos en el pasto del Azteca.


Diego es perseguido por los jugadores que eludió en primera instancia. Un defensa más salió con la idea de frenar su carrera, pero el Pibe de Oro se escapa con un cambio de ritmo tan natural que solo se le alcanza a ver, de forma fugaz, el número seis al defensor Butcher. Con la pelota casi atada al zapato izquierdo elude un defensa más, ya van cuatro ingleses que sucumben ante la gambeta de Maradona.


Cuando entró al área me puse de pie, no sé en qué momento me levanté del sillón, nadie hacía ningún ruido en la sala, todos estábamos atentos a la jugada que estaba aconteciendo, todos teníamos en la pupila retratada la silueta del diez argentino, la del astro que en ese momento había hecho una serie gambetas que no hubiéramos creído si no las hubiéramos visto. 


Ya en el área Maradona se enfrentó a Shilton que salió con todo para tratar de tapar la embestida del argentino. Sobre la carrera, el hombre que debutó en Argentinos Juniors, finta con la cintura al guardameta y también lo deja atrás. Butcher, en un esfuerzo desesperado, dio alcance a Diego justo antes de que tirara a gol, el defensa se barrió para evitar la debacle inglesa, sin embargo ese recurso llegó demasiado tarde, el balón ya iba a portería, con el inexorable final de encontrarse con las redes en su recorrido.


Cuando vi que el balón entraba a la portería se desató en mí una sensación de felicidad absoluta. Fue una locura, brinqué por toda la casa, canté el gol desde la cocina hasta el comedor. Estaba lleno de una energía indescriptible, nunca había visto a nadie hacer eso con un esférico en los pies. Parecía que en ese instante solo existían Maradona y la pelota. No importaba quien se atravesara en su camino, el balón se iba a desprender de ese pie izquierdo solo cuando el diez así lo decidiera.


Quedé prendido de esa jugada, no sé cuántas veces la he visto de nuevo y en cada ocasión me vuelve a emocionar, vi tantas repeticiones de ese gol que me acuerdo de la narración de Don Roberto Hernández Jr., unos de mis ídolos en la narración deportiva:


-La salida de argentina se ve más clara porque combina la habilidad de los jugadores, como en este caso Diego Armando Maradona, que cambia la velocidad.  Va y pica al frente. Tiene a Burruchaga, amaga sobre Peter Shilton, tiraaaa… ¡Gol! ¡Golazo! ¡Golazo! ¡Portentoso! ¡Bien bonito! ¡Bien fabricado! Con una habilidad extraordinaria, con un dominio del balón formidable. Conservando siempre el balón pegado a los pies y mete un gol sensacional. -


Desde ese momento algo se encendió en mí, fue amor a primera vista, fue un destello de luz; fue la impresión de ver al mejor del mundo hacer del futbol, de la técnica individual, un arte para toda la eternidad. Nunca vi algo parecido, desde ese instante me ilusioné de nuevo con el futbol. Sin ser mi país el que estuviera en la cancha, disfruté esa jugada que quedará en posteridad por el resto de los días.  


La jugada dura solo 11 segundos, son 11 de magia, 54 metros de pura habilidad, 44 pasos de puro futbol, 12 toques de zurda que llevaron al Olimpo a uno de los más grandes futbolistas que me ha tocado ver, Diego Armando Maradona.





Comentarios

  1. Es impresionante como transmites tu gusto por el fútbol en esta descripción tan detallada de esa jugada que te enamoró por completo de este deporte.

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