Ir al contenido principal

Sueños Redondos

Siempre recorrí las canchas con mis sueños bien pegados a mi corazón. No fue sencillo llegar al punto donde me encuentro ahora, el inminente retiro me obliga a hacer una retrospectiva de mi carrera. Fueron un poco menos de diez años como profesional, pero toda una vida dedicada al futbol donde con mucho esfuerzo y sacrificio pude llegar a lugares a los que nunca hubiera accedido de no ser por este maravilloso deporte. Un viaje increíble que no quisiera que terminara, pero todo tiene un límite y el mío lo encontré en las lesiones. 


Como varios de los que pertenecemos a la industria del balompié, mi ilusión comenzó en el llano. Los campos de tierra y cal cimentaron mi sueño futbolero. Me gustaba ir de aquí para allá en esas canchas, ahí participaba en tres o cuatro partidos por día. No podía evitarlo, estar dentro de ese rectángulo era lo que más disfrutaba, mi alegría era absoluta, los problemas que pudiera tener se esfumaban en cuanto el árbitro hacía sonar su ocarina. Gracias a esos encuentros conocí a mucha gente, hice muchos amigos y las personas me reconocían. Para mi era una actividad lúdica en la que participaba solo por la alegría de jugar.


Nunca empecé en el futbol con la intención de volverme profesional, aunque tenía el anhelo de, algún día, llegar a Primera División; de estar en los grandes estadios con público en las gradas, participando en partidos importantes. Siempre que jugaba en mi casa narraba todas mis hazañas, imaginaba que era la estrella de una final y que el graderío se impresionaba con mis acciones en un encuentro muy cerrado. Sin embargo eso lo veía muy complicado, muy lejos de mi alcance, no sentía que tuviera el nivel para llegar a ese tipo de escenarios.


Yo estaba agradecido con el simple hecho de poder participar en el deporte que me encantaba y para el cual había nacido. Aún así, conforme pasaba el tiempo, me encontraba con mayores y mejores jugadores, la categoría de los juegos también iba en ascenso y poco a poco me empezaron a llamar para partidos donde se jugaban cosas más importantes. La final de la liga local, el torneo del Estado y el certamen que cambió mi vida: El famoso “Torneo de los Barrios”, una competencia en la que, en esos días, era el semillero de los distintos conjuntos de Primera. 


Ser considerado para aparecer dentro de estas justas me hacía sentir importante. Pude darme cuenta que yo tenía algo especial para estar dentro de esta industria, (no cualquiera participaba en este tipo de eventos) solo los mejores de cada región llegaban a jugar en estos eventos.


Tuve una destacada participación en aquel certamen, logré acceder hasta las semifinales, lo que me valió que un equipo del máximo circuito me abriera las puertas. Aún recuerdo el momento en el que vi mi nombre en el periódico junto con el de la institución que me convocaba. Sin duda, ese fue uno de los momentos más significativos de mi vida. El recorte del diario donde apareció ese desplegado aún lo conservo como una de las cosas más valiosas de toda mi existencia.


Llegar del llano a las reservas profesionales fue un cambio total, ahora no solo estaba en el futbol para divertirme, tenía una responsabilidad con los que me eligieron y debía esforzarme para no desentonar con las exigencias de estos nuevos retos. Hubo días en los que quería regresar al llano con mis amigos, donde todos me conocían, donde el futbol era más fácil, donde no existía la presión, la exigencia y solo había las ganas de salir a la cancha y recorrerla de portería a portería, pero el sueño que tenía no me dejaba tirar la toalla. Yo tenía objetivo muy claro y no iba a rendirme tan fácilmente.


Después de un tiempo, la oportunidad que estaba esperando se me presentó en una pretemporada de verano. El inicio de un nuevo torneo se avecinaba y a algunos novatos se nos brindó la posibilidad de mostrarnos en un cuadrangular llamado: “Cuna del Futbol Mexicano”. Ese mini torneo fue relevante por muchos años y donde equipos de gran renombre participaban para “soltar” a sus jugadores antes del inicio de cada temporada. Mi desempeño en esos partidos fue grandioso, me sentí muy bien en ese par de encuentros en los que participé y gracias a eso se me registró para tener un lugar la campaña de aquel año.


Mi debut en la máxima división me llegaría rápido y por sorpresa. Tuve mucha fortuna en ese momento. Uno de los integrantes titulares del primer equipo había sufrido una lesión que lo iba a mantener fuera de las canchas por algún tiempo. Así que, un día antes del juego, me pusieron en la convocatoria del partido. Yo no lo podía creer, los nervios no me dejaron dormir la noche previa al encuentro, pasé toda la madrugada pensando en que tenía que aprovechar esa circunstancia y que debía ganarme el lugar por el que tanto había luchado y entrenado. 


Esa jornada fuimos a la “La Corregidora'', yo entré apenas unos minutos pero, ese día de finales de septiembre nunca lo voy a olvidar. Ese domingo por fin pude sentir en mi propia piel un partido de primera división. Verme recorrer el césped de aquella cancha mundialista, el bullicio de los aficionados, todo ese marco me dejó sin aliento. No voy a mentir, un par de lágrimas se me escaparon en esos pocos instantes que estuve en la grama de Querétaro.


Después de ese día me fui ganando mi lugar dentro del equipo. En los entrenamientos era imparable, tenía mucha determinación. Yo quería ser titular y poder participar en los partidos estelares, en esos de los que todo mundo ve y que son la plática obligada en las oficinas los lunes por la mañana y en los cafés del centro de la ciudad. Juego a juego tenía más participación y el público me adoraba. Ellos notaban como me entregaba, como recorría la cancha sin parar. Esa temporada me nombraron el novato del año.


No niego que tanta atención de los fanáticos y los medios me hizo perder un poco el suelo, mas aún porque de inmediato empezaron a acercarse a mí los patrocinadores, muchas marcas querían que fuera su imagen para comerciales y publicidad. Afortunadamente mi familia nunca dejó que me “subiera al tabique”, cada vez que ellos notaban o sentían que yo estaba agrandado por tantos halagos, mimos y piropos ellos me bajaban los humos y me mantenían sensato, con los ojos bien puestos en mi objetivo.


Gracias a mi buen nivel en el equipo pude consolidarme en la Primera división, eso dio pie a otro gran momento dentro de mi carrera. Fui convocado para mi primer torneo internacional, la Copa América fue mi contacto inicial con el futbol de nivel de selecciones nacionales, ahí me di cuenta que esto ya no podía parar, ya era parte del mundo del balompié profesional. En las tierras sudamericanas pude estar en las mismas canchas en las que jugaban futbolistas que admiraba desde pequeño cuando los veía en televisión, quedé impresionado por la técnica de los brasileños, las garra de los uruguayos, el nivel de los chilenos y el futbol de los argentinos.


Cuando regresé de esa tremenda experiencia, una llamada me sorprendió, era mi representante, me tenía una noticia que nunca pensé escuchar. Me dijo que unos visores europeos habían ido al último juego en el que estuve en Sudamérica, que en principio se presentaron para observar a otro elemento en ese juego, pero que mi desempeño les había llamado la atención y me proponían un contrato en el viejo continente. No lo podía creer, siempre soñé con estar en la máxima liga de mi país pero, llegar a Europa gracias al futbol era una situación que nunca se me pasó por la cabeza. De inmediato dije que sí y después de unas arduas y laboriosas negociaciones pude firmar mi contrato para llegar a España.


El cambio de ambiente, de país y de continente me "pegaron" un poco. Era sorprendente el nivel de mis compañeros, en cada práctica ellos daban el cien por ciento, hacían los entrenamientos como si se prepararan para una final semana a semana. Me costó muchísimo poder adaptarme a ese ritmo, a esa exigencia que te demanda dar el cien por ciento todo el tiempo. Fue justamente por eso que mi primer curso en tierras ibéricas fue muy discreto.


Gracias a ese bajo desempeño la prensa empezó a dudar de mi capacidad para estar en un futbol de mayor exigencia. Algunos periodistas sostenían que quizá me fui de forma apresurada, otros afirmaban que si me hubiera quedado un par de torneos más no hubiera sufrido tanto ese cambio. Muchos otros consideraban que estaba “inflado” para el nivel de la liga española y que en cuanto mi nuevo club diera cuenta de eso me regresaría a mi equipo en México del cual, según ellos, nunca debí salir. Todos opinaban sobre mi carrera y mis decisiones como si tuvieran la verdad absoluta de lo que debía hacer y, sobre todo, de cómo debería actuar ante esta situación tan complicada.


Eso lejos de desmotivar mi espíritu me sirvió como combustible para entrenar más duro y dar lo mejor de mi en cada entrenamiento, en cada juego y en cada momento que se me diera la oportunidad de hacer lo que más me gustaba, estar en una cancha de futbol. Para mi, era cuestión de confianza y de tomar ritmo. Afortunadamente la segunda temporada lo hice mejor, ya era un recurrente en los partidos, fecha a fecha coleccionaba minutos dentro de la cancha y mis actuaciones eran noticia en el viejo continente y en mi país.


Después de consolidarme en las tierras ibéricas un equipo de la Premier League me llamó para ir a Inglaterra, algo sin precedentes para alguien de mi país. Ahí yo sería pionero y pondría bases para que conocieran cómo se hacen las cosas en México. Afortunadamente pude adaptarme de buena forma al futbol de inglés,. Ahí me reencontré con varios jugadores con los que había compartido cancha en España y en mi primera Copa América. De nuevo tenía amigos en los diferentes campos de juego y la gente me conocía de mis actuaciones en otras latitudes. No podía creer que tantas personas me reconocieran y que me llenaran de tanto cariño. Sin duda, esos años en la Isla del futbol, fueron mi mejor época, mi mejor momento. Esos días sentía que nada podía detenerme, que no había nada que me hiciera despertar del sueño que estaba viviendo hasta que, justo en la penúltima fecha de la temporada, una lesión me alejó de las canchas por mucho tiempo.


Tuve que declinar mi convocatoria para el Mundial, ese fue un golpe muy duro para mi. Estar tan cerca del torneo más importante del futbol y quedar fuera en el momento más dulce de mi carrera no era fácil de digerir. No sabía si podría recuperarme, si regresaría bien o si alcanzaría el mismo nivel que tenía al momento de la herida.


Después de una cirugía y varias puntadas en mi cuerpo, inicié con mi recuperación. En esos momentos no tenía otra cosa en mente que regresar y recuperar todo eso que se me había escapado por pasar por el bisturí. Estuve casi un año sin poder recorrer una sola cancha de futbol. Muchas veces, en el proceso de rehabilitación, dudé de mi mismo, se me hacía muy complicado volver a tomar el nivel de antes, pero el sacrificio y la dedicación que puse cada día me fueron sacando de esa incertidumbre. Sin duda salir de la lesión fue la prueba más dura de todas.


No obstante logré regresar y para poder tomar más minutos en los terrenos de juego tuve que cambiar de país de nueva cuenta. La Bundesliga me abrió las puertas. Ahí me reencontré con las canchas, los campos alemanes fueron los que me regresaron la ilusión y también pude encontrar la madurez que me hacía falta para recuperar mi nivel dentro del futbol.


La lesión, aunque superada, nunca me dejó del todo. Tenía jornadas muy buenas y de pronto no podía estar en el terreno de juego ni veinte minutos, sentía como si me fuera a "reventar" en cualquier instante. Las patadas ya no las aguantaba como antes y la recuperación después del encuentro era cada vez más complicada. Eso solo me indicaba que el final de mi carrera estaba cerca. El retiro ya era una sombra que empezaba a cubrir mis pensamientos, me negaba a pensar en eso, pero la inevitable sensación de que el fin se acercaba me rondaba día a día.


Es por eso que me tracé un último objetivo, una meta que cerraría mi andar por las canchas del futbol profesional: Poder despedirme del futbol en un Campeonato del Mundo. Es muy complicado llegar ahí, hay jugadores con un talento excepcional que no llegan a ese torneo y hay otros que pueden hacer presencia en tres o cuatro ediciones, los más longevos y los elegidos llegan a cinco pero son contados con los dedos de la mano los que conservan tal honor. Me prometí que haría todo lo posible para llegar a esa cita de cada cuatro años y que trabajaría para estar en la final del evento. Deseaba decirle adiós a mi carreras en el juego en el que todos los que nos dedicamos a este deporte queremos estar.


Desde ese momento luché, trabajé y entrené para que eso pudiera darse, puse todo de mí cada día para acercarme a la convocatoria. No hubo un solo día que no pensara en el Mundial, la cabeza no me daba para otra cosa, cuando los dolores aparecían me imaginaba en el torneo, recorriendo las gramas mundialistas. Yo ya había cumplido muchos de mis sueños, incluso algunos que no sabía que tenía, pero quería alcanzar el último escalón e irme en paz con el deporte que me dio tanto.


Es por eso que estoy aquí, escribiendo una carta la noche previa al partido 64 de la vigésima segunda edición de la Copa Mundial de Futbol, sin sueño y lleno de nervios. Tal cual como en la víspera de mi debut. Es por eso que quise hacer este último alto en el camino, antes del partido final, para que no se me olvide mañana o, en unas horas, las cosas que he pasado y las que he recorrido para llegar hasta este punto.


En la final, por un momento seré el centro de atención de todo el estadio, estaré en las pantallas de millones de televisores al rededor del globo terráqueo y con suerte apareceré en las portadas de los diarios del día siguiente. No quiero pecar de vanidoso pero eso nos pasa a nosotros cada partido hasta que ellos, los jugadores, salen a la cancha y se roban, dicho en buen sentido, el show.


Así es la vida de nosotros los balones de futbol. Somos únicos, vivimos, gozamos y nos apasionamos con el futbol como el que más, estamos en el campo y disfrutamos de la magia y de la emoción de cada juego.


Mi deseo, antes de entrar a la cancha, es que estas letras que se han documentado en una habitación de hotel cerca del epicentro futbolístico del planeta, sean la constancia de que cualquier anhelo puede materializarse. No importa de donde provengas, el lugar no es destino. Si pones de tu parte, te esfuerzas y luchas por lo que deseas, puedes llegar a donde jamás imaginaste. Es la lucha constante, la dedicación y el entusiasmo lo que siempre tendrá una recompensa independientemente si lo que deseas está dentro o fuera de una cancha de futbol.


¡Gracias por permitirme vivir este sueño y que el balón siempre ruede para hacer las ilusiones realidad!


Atte: B. Redondo.

 


Comentarios

  1. Grandes sueños escritos en líneas, que tocan el corazón de l@s que amamos tan bello deporte y que tocaste los hilos de los que nos quedamos con el sueño. Felicidades!!!!!!

    ResponderBorrar
  2. Primero que nada excelente interpretación de la vida de un balón bastante sensible...y muy cierto..."no importa de donde provengas" mientras tu tengas objetivos claros puedes llegar muy lejos siempre teniendo los pies firmes en la tierra.

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

El futbol Es Un Pretexto

La parcialidad local enardeció, el estadio entero era un hervidero, rugía; la gente se quejaba amargamente y lanzaba infinidad de vituperios con dedicatoria a la madre el colegiado. No podían creer que el nazareno se haya atrevido a sancionar esa entrada como una pena máxima y mucho menos en tiempo de compensación. Los aficionados más radicales amenazaron con entrar al campo de juego y saldar por su cuenta esa afrenta. Este partido definía al campeón, ambos equipos estábamos igualados en puntos, pero el empate les aseguraba a los dueños de casa la copa y el festejo del monarca. Se jugaba el minuto 93 y el marcador se encontraba igualado a dos tantos. Si hacíamos efectivo el tiro penal, la gloria de la vuelta olímpica sería para nosotros. En ese tiempo, ser campeón de un torneo tan complicado podía considerarse como una hazaña, sobre todo para un equipo como el nuestro, éramos cuadro que no tenía como prioridad luchar por el título, nuestro objetivo fue siempre salvar la categoría,

Diego Armando Maradona

Solo fueron once segundos. ¿Qué es lo que puede pasar en el mundo en tan solo once segundos? Muy pocas cosas quizá, pero el 22 de junio de 1986 pasó algo, algo indescriptible. Ese día supe lo que para el futbol significaba el nombre de Diego Armando Maradona. Hasta ese día poco reconocía acerca del balompié. Yo era un niño al que le gustaba el deporte, pero no conocía más allá de mis héroes locales. La fiebre mundialista me había orillado a ver cada uno de los encuentros de la decimotercera Copa Mundial de Futbol, la segunda que se disputaba en suelo Mexicano.  Recuerdo que vi aquel partido en una televisión en casa de mis abuelos. Tenía pocas ganas de ver el encuentro ese domingo, porque un día antes los alemanes habían derrotado a la selección mexicana y mis emociones todavía no se recuperaban de esa tragedia. Yo pensaba que tardaría mucho tiempo en volver a disfrutar de un partido de futbol. Sin embargo, en esos noventa minutos, iba a descubrir que el futbol tiene esa magia que siem

El Chico Nuevo

Paco vivía en un pueblo pequeño, cerca de la capital, ahí sus días transcurrían sin mayor novedad. Iba a la escuela en la mañana, ayudaba en su casa por las tardes para después pasar tiempo jugando con sus amigos. Era hijo de un profesor así que casi todos los habitantes conocían y convivían con la familia de Paco. Como cualquier niño de su edad estaba lleno de energía, siempre traía pateando un balón, le gustaba el fútbol. Esa afinidad la heredó de su padre, porque fue él quien le enseñó a jugar, veían juntos los partidos por televisión y siempre lo acompañó al campo donde se emocionaba al observar a su papá pegarle a la pelota como pocos. Cuando estaba en su casa, siempre podías encontrar a Paco en el patio, ahí pasaba horas haciendo tiros y gambetas contra el portón. Todas las veces que el esférico pegaba contra esa puerta de metal hacía un sonido estruendoso, él imaginaba que ese estallido eran los gritos de gol de un estadio lleno.  Narraba sus propias jugadas, iba encontra